El primer paso para salir del molde de lo que comúnmente se conoce como un centro de atención médica es la presencia preponderante de espacios verdes que, a su vez, no se mantienen en los márgenes o al exterior, sino que interactúan con el diseño; entrando y saliendo, para darle mayor dinamismo a la propuesta.
Contar con naturaleza en este lugar, era particularmente importante para nosotros, con el fin de atender tanto las necesidades funcionales de operación como las perceptuales de los pacientes, para quienes contar con una “hermosa vista” sí puede significar una diferencia, incluso (desde nuestra perspectiva) influir en su proceso de recuperación.
Se debían considerar (e integrar) también, aspectos preexistentes y planes a futuro, como árboles y el próximo Centro Médico, respectivamente. Es así, como se ideó el concepto de una larga crujía que funcionaría como conector entre ambos lugares (el Centro Oncológico y el Centro Médico) y facilitaría la integración de los espacios verdes.
De igual forma, era importante tener en cuenta las condiciones de las personas que interactúan con el sitio; tanto pacientes, como personal médico, familiares y público general. De forma que las amenidades, comodidades y espacios de confort se adaptaran con los requerimientos y protocolos que un centro oncológico debe cumplir para un trabajo óptimo.
Los tratamientos llevados a cabo en este sitio pueden ser desafiantes, por ello, se pretendía incentivar los sentimientos propicios para que los pacientes se incorporen a su propia terapia y obtengan mejores resultados. El edificio también debía facilitar el desempeño de las funciones previstas para su destino. Las dimensiones y las relaciones entre las piezas debían darse buscando una comunicación más ágil, sin sacrificar la privacidad y dignidad de los pacientes.
Y por último, debíamos considerar las diferencias en el tratamiento y recreación entre las áreas infantiles y de adultos, por lo que se concibieron alternativas conceptuales y estructurales para ambos grupos de edades.